Los monstruos en el cine de luchadores como representación simbólica de un terror mexicano
La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo,
y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido.
H.P. Lovecraft.
No hay ser humano que no haya experimentado miedo alguna vez en su vida. El terror es una sensación natural que seduce a los individuos y, que curiosamente, logra cautivar la mirada de propios y extraños. Una expresión artística que consigue ejemplificar esta situación es el cine a través de su filmografía con respecto al género de terror. ¿Qué características contienen este tipo de películas para conectarse con la sociedad?, ¿acaso el horror producido en estas cintas puede ilustrar los males que aquejan a alguna cultura?
Este artículo pretende retomar el género de cine de luchadores para dar respuesta a estas interrogantes. En el accionar de estos rodajes se puede observar cómo el horror consigue protagonismo a través de figuras como vampiros, hombres lobo, zombis, momias, brujas, científicos locos, cíclopes, etc.; que logran irrumpir en las conciencias de la colectividad nacional. La finalidad de este texto es rastrear el significado de estas estampas y ahondar en el porqué fueron escogidas para moldear los diferentes miedos que aquejaban a la mexicanidad recién conformada.
"Primera Caída". ¡Bienvenidos a la arena! La televisión y los cómics en la lucha libre
El cine mexicano ha otorgado dos géneros propios a la cinematografía internacional, estos son la comedia ranchera y el cine de luchadores. El auge nacional por la última categoría tuvo una estrecha relación con respecto a dos acontecimientos nacionales: las primeras transmisiones televisadas de lucha libre y la impresión de diferentes cómics durante la década de los años 50.
Haciendo referencia a las funciones emitidas dentro de la programación televisiva se debe señalar que en 1933 se oficializó la lucha libre en tierras mexicanas. Este deporte/espectáculo contó con una gran aceptación por parte del público, de modo que se trataron de impulsar las batallas de las arenas a través de los diferentes medios de comunicación insertos en las urbes. Su relación con la televisión quedó enmarcada en el año de 1950 cuando se instauró el Canal 4 en las pantallas nacionales. Dentro de su programación se buscó transmitir actividades deportivas populares en el país y la lucha libre no podía quedarse fuera. En el año de 1951 se transmitieron por vez primera las funciones de la Empresa Mexicana de Lucha Libre (EMLL) con unos importantes niveles de audiencia. De modo que para febrero de 1952 salió al aire el programa Las luchas de la televisión perteneciente a Televicentro. Hugo Monroy y Miguel Reducindo (2017) afirman que para su realización se "contrataron a luchadores, como Médico Asesino, Wolf Rubinski, Enrique Llanes, Tonina Jackson, Rolando Vera, Divino Joe, Gorila Macías II, Lobo Negro y a Eduardo Bonada, entre otros" (85). Estas transmisiones cimentaron las bases para que la pasión por la lucha libre alcanzara una repercusión nacional.
Por otro lado, el auge de las historietas relacionadas al deporte/espectáculo también se dio en los años 50. En Ediciones José G. Cruz se imprimieron diferentes cómics en donde los luchadores combatían incansablemente a las diversas fuerzas del mal, por ejemplo, lo acontecido en la historieta de Blue Demon. Christian Paredes (2019) menciona que la historia del demonio azul gira en torno a que Satanás, su padre, le da la tarea de cobrar el alma de una joven, pero el luchador al sentir compasión por la damisela se rebela y pide ayuda a Dios con el fin de proteger a los más necesitados. El Manotas en estos cómics conoce el purgatorio, viaja en el tiempo, ayuda los Reyes Magos en su búsqueda por la estrella de Belem y se convierte en amigo y socio de Santa Claus. Estas historias gráficas se convirtieron en una propaganda efectiva para que sectores populares de la población se vieran atraídos por las narrativas en donde los luchadores se mostraban como modelos a seguir.
Tras estas representaciones culturales, los personajes enmascarados de las arenas consiguieron una exposición mediática sin precedentes logrando convertirse en héroes urbanos que marcaron fascinación y admiración dentro del pueblo mexicano. Es por ello que los productores cinematográficos comenzaron a realizar cintas en donde los luchadores tomaron el papel protagónico con la intención de rescatar a la población nacional de los diferentes males que traían consigo los monstruos dentro de los filmes.
"Segunda Caída". La historia del cine de luchadores y su relación con el terror
Los cimientos del cine de luchadores tuvieron lugar dentro del primer lustro de la década de los 50. Es muy importante este periodo, pues se estrenaron un grupo de cintas que darían comienzo a todo el accionar en torno a dicho género cinematográfico nacional. Estas fueron El misterio de Huracán Ramírez (Joselito Rodríguez, 1952), El luchador fenómeno (Fernando Cortés, 1952), El enmascarado de plata (René Cardona, 1952) y La bestia magnífica (Chano Urueta, 1953). Es importante destacar que ninguna cinta fue protagonizada por un luchador real, sino que diferentes actores de la época de oro del cine mexicano personificaron a los gladiadores enmascarados. Nombres como Crox Alvarado, Enrique Llanes, Fernando Osés, David Silva, entre otros; dieron vida a la identidad de los ídolos. Solo en la película El enmascarado de plata el luchador El Médico Asesino tomaría el puesto del Santo dentro de la obra. La popularidad de este último combatiente era avasalladora y los guionistas no pasarían por alto este suceso. La primera cinta en donde el Santo haría una aparición interpretándose a sí mismo fue en Santo contra el cerebro del mal (Joselito Rodríguez, 1958). Con el tiempo diferentes iconos del pancracio fueron protagonizando este tipo de filmografía. Nombres de la envergadura de Blue Demon, Mil Máscaras, Huracán Ramírez, El Psicodélico, Octagón, Atlantis, etc.; dieron rostro a este género cinematográfico con tintes culturales muy mexicanos.
El cine de luchadores tuvo la capacidad de dialogar y fusionarse con otros géneros cinematográficos como lo son la ciencia ficción, el western, la fantasía o la comedia; pero en el terror encontraría su simbiosis más importante. Miguel Ángel Herrera (2016) rastrea que el director Chano Urueta pudo revivir el género del horror, poco cultivado en México desde los años 30, con dos películas: El monstruo resucitado de 1953 y La bruja de 1954. Obras que influenciaron directamente a la filmografía del cine de luchadores.
En los filmes protagonizados por enmascarados se puede observar un terror que dialoga de manera muy peculiar con la cultura mexicana. Silvana Flores (2018) menciona que en este tipo de películas se pueden ver relacionados atributos provenientes del cine de terror en complacencia con hitos populares del México posrevolucionario. Se logró conjuntar una interrelación entre tradiciones universales referentes al terror con miedos que parten de tradiciones patrias. En el accionar del cine de luchadores se perciben diferentes temores a través de antagonistas de índole internacional como Frankenstein, Drácula, hombres lobo o zombis; con temores que obedecen a una articulación completamente nacional como el mito de La llorona o de la momia azteca. Esta interrelación de caracteres da pie a la construcción de un terror culturalmente mestizo, pues se logran incluir figuras extranjeras y locales con la intención de quitar el sueño a diferentes generaciones mexicanas. La conformación de este tipo de terror da voz a tópicos enteramente híbridos que ayudan a recrear un imaginario en correspondencia a cómo es que viven el temor los mexicanos.
Otro punto a tratar dentro del cine de luchadores en relación con el terror es su construcción respecto a los héroes. Siguiendo el pensamiento de Silvana Flores (2018) se puede destacar que a diferencia de las producciones extranjeras como las de Universal en Estados Unidos, en donde los héroes cuentan con un alter ego para confrontar a sus enemigos en escenarios fantásticos; los luchadores mexicanos se asimilan como personajes de ficción, pero recreándose dentro de la esfera pública a la cual pertenecen. Se puede observar cómo los enmascarados se convierten en héroes que luchan contra las fuerzas malignas en espacios de la vida diaria. Aunque las historias de los combatientes urbanos cuentan con tintes fantásticos, los entornos en donde se realizan son auténticos. Para ejemplo las batallas que realiza Mil Máscaras en contra de las momias. En las cintas de El Santo vs las momias de Guanajuato (Federico Curiel, 1970) y Las momias de San Ángel (Arturo Martínez, 1975) se pueden observar duros encuentros entre el héroe enmascarado contra dichos monstruos dentro de las calles citadinas con el fin de apaciguar el terror que logran despertar los cuerpos momificados en la colectividad.
Por último, otra cuestión a destacar en estos filmes es el papel de la mujer. En varias cintas del cine de terror occidentales la figura de la mujer se limita a ser una víctima indefensa para que el protagonista en cuestión salvaguarde su figura de los horripilantes antagonistas. Juan Bravo (2016) muestra que el cine de luchadores logró invertir esta situación en algunas de sus cintas y dio a las mujeres el papel protagónico de la heroína. Para muestra, lo acontecido en obras como Las luchadoras contra el Médico Asesino (René Cardona, 1963), Las luchadoras contra la Momia (René Cardona, 1964) o Las luchadoras conta el robot asesino (René Cardona, 1969). En estas películas se puede apreciar un claro empoderamiento femenino. Se colocó a las mujeres como la figura principal en la obra cuyo rol era el de salvaguardar a la humanidad de cualquier amenaza. Ellas dejaron a un lado la idea de que las mujeres son individuos frágiles que necesitaban ser rescatadas y su labor se convirtió en ser protectoras de la población. Es importante destacar que varias cintas de luchadores emplean a la mujer bajo la estampa de una damisela que se encuentra en peligro, pero, a mi parecer, las películas anteriormente señaladas plantean una línea que rompe con este falso estereotipo.
"Tercera caída". La simbología de los monstruos y su juego con lo espeluznante.
Durante mucho tiempo el cine de luchadores contó con una importante recepción nacional e internacional. Como bien lo plantea Silvana Flores (2018) "Los films de terror y fantasía que incluían deportistas de la lucha libre abarcaron alrededor de un 20% de la producción de la época, lo cual le otorga a los mismos una visibilidad no poco relevante" (20). ¿Por qué el éxito de estas cintas?, ¿qué representan los antagonistas de estos filmes para quedar enmarcados en la psique de los connacionales?, ¿cuál es el rol que juega el miedo para atrapar a la audiencia?
El género de cine de luchadores juega con una caracterología espeluznante para cimentar su accionar. Este término cuenta con una particular experiencia estética para evocar sensaciones en sus espectadores. Mark Fisher (2016) en su obra Lo raro y lo espeluznante dice que el efecto de lo espeluznante va a constituirse a partir de una falta o de una ausencia, o de una presencia que no debería existir. En palabras del autor: "La sensación de lo espeluznante surge si hay una presencia cuando no debería haber nada, o si no hay presencia cuando debería haber algo" (75). Esta relación toma forma cuando un individuo se ve inmerso en un suspenso al saber que detrás de un funcionar existe algo o alguien más. De ahí que lo espeluznante tenga una relación con lo desconocido. Los filmes de luchadores supieron dialogar con esta sensación a través de las figuras antagónicas de las cintas. Los monstruos toman vida a través del suspenso que desemboca en su aparición y manejo dentro de este tipo de filmografía.
Una de las razones por la que las cintas de luchadores tuvieron tanto éxito fue por el papel que empleaban sus antagonistas. Una ruta clave para desarrollar la simbolización de los personajes de terror que enmarcan estas cintas es por medio del psicoanálisis freudiano. Es de vital importancia retomar la categoría del Ello para explicar el significado de los monstruos que moran detrás de estas películas.
¿Qué es el Ello? Sigmund Freud establece esta categoría en 1905. Jean Laplanche y Jean-Bertrand Pontalis (2004) establecen que esta categoría constituye "el polo pulsional de la personalidad; sus contenidos expresión psíquica de las pulsiones, son inconscientes, en parte hereditarios e innatos, en parte reprimidos y adquiridos" (112). Siguiendo esta tesitura, el autor Sebastián Polze (2009) va a entender el Ello como la parte de la personalidad que está desorganizada y tiene un carácter primitivo. Su único propósito es reducir la tensión creada por las pulsiones relacionadas con el hambre, lo sexual, la agresión y los impulsos irracionales. De esta manera, el Ello va a actuar en relación al comportamiento humano y su operación correspondiente al principio de placer desconociendo los requerimientos impuestos por la realidad. Va a representar la necesidad básica del ser en cuanto a su deseo por satisfacer sus exigencias fisiológicas sin contemplar las consecuencias que ello implique. La potencia que va a contrarrestar la fuerza devoradora del Ello es el Súper-yo debido a que representa las exigencias morales y éticas de la conciencia de un individuo. Se puede rastrear una lucha en la psique de cada individuo por medio de estas categorías. Existe un paralelismo entre estas concepciones con lo acontecido en la filmografía de los enmascarados. El Súper-yo va a ser representado por medio de los luchadores y el Ello será caracterizado a través de las monstruosidades de los filmes.
Dentro de las cintas se puede observar cómo la categoría del Ello toma cuerpo en las figuras de los monstruos y en el suspenso que establece la categoría de lo espeluznante. Es así que se van a analizar a los principales antagonistas de las cintas para desarrollar su significado simbólico.
Entre aullidos y una luna llena: El hombre lobo
En la cultura occidental se cuentan historias de hombres condenados a convertirse en licántropos cada que la luna llena cubre con su manto la obscura noche. Para Bruno Bettelheim (1994) el hombre lobo va a representar todas las tendencias asociales y primitivas que se encuentran en cada individuo. La categoría del Ello va a quedar ejemplificada en el deseo del hombre lobo por cazar humanos y devorar su carne. Se pude argüir un claro sadismo en su proceder. La perversión que evoca este personaje recae en el placer que siente al momento de asesinar a sus víctimas en una manera extremadamente bestial. El hombre lobo recuerda el enfrentamiento interno que tienen los individuos con una doble personalidad: una apariencia moralmente correcta y otra dominada por una bestialidad llena de violencia. La aparición más icónica de este monstruo dentro del género fue la cinta Santo y Blue Demon contra Drácula y el hombre lobo (Miguel M. Delgado, 1973) porque en esta película se resalta la ferocidad y el peligro que enmarcan a nuestro antagonista.
Una melancolía que atraviesa la existencia: Frankenstein
La literatura ha creado variados monstruos dentro de sus páginas. Uno de los más impactantes dentro de la cultura occidental fue Frankenstein. Sebastián Polze (2009) encuentra una relación especial entre este monstruo con los impulsos irracionales de la personalidad. El Ello puede vislumbrarse en un primer momento dentro de la figura del Dr. Frankenstein, esto se ejemplifica cuando el científico busca su satisfacción personal en el deseo de competir con Dios sin importar el quebranto de su ética profesional y el dejar de lado los problemas morales referentes a la vida y la muerte en la sociedad. En cuanto al monstruo se puede hacer un claro paralelismo con la culpa. A mi parecer, el monstruo del Dr. Frankenstein es una aberración melancólica y es ahí donde radica su drama. Obedece a un resentimiento por aquello que nunca debió existir: él mismo. Es por esta razón la violencia que rodea al personaje, primero contra él y luego contra todo lo que le rodea. De ahí el temor que logra infundir en la comunidad. Un terror que nace en una figura que nunca debió existir y que se ve plasmada a través de una ira que destruye todo a su paso. La creatura emanada por el Dr. Frankenstein odia la vida misma y por ello se aborrece. En la película Santo y Blue Demon contra el doctor Frankenstein (Miguel M. Delgado, 1974) se puede vislumbrar este planteamiento.
La sexualidad a través del tamiz de la sangre: Drácula
El vampiro entra en el cine de luchadores con el Conde Drácula. Sebastián Polze (2009) encuentra que este personaje es una manifestación en la conciencia al ser una encarnación del Ello en su estado puro. Es un monstruo que tiene como único objetivo obtener la sangre de los mortales para alimentarse. Drácula muestra un hambre voraz y una sexualidad exacerbada. Como bien lo menciona el autor: "Si tomamos al monstruo como manifestación del inconsciente, es importante saber que allí se alojan las represiones de las personas y dentro de esas represiones podemos encontrar lo que Freud denominó como perversiones sexuales" (128). Drácula arrebata la tranquilidad de los espectadores a partir de simbolismos dirigidos a un fetichismo o a conductas sexuales anormales. Un sadismo remarcado se ve en los ataques que realiza en contra de sus víctimas, la mayoría jóvenes atractivas. Margarita Cuellar (2008) siguiendo el pensamiento de Barbara Creed, muestra que Drácula también logra atemorizar a las masas debido a su correspondencia con nociones histórico/religiosas en relación a una aversión correspondiente a una inmoralidad corporal, por ejemplo: prácticas incestuosas, renegar a una fe cristiana, consumir sangre fresca, etc. Pocos monstruos consiguen romper con todo lo sacro y, a mi parecer, la figura del vampiro destroza completamente con lo moralmente aceptado. Este muerto en vida recrea las perversiones más oscuras que los sujetos resguardan bajo la estampa de un ente refinado y atractivo. De ahí su peligrosidad, pues los individuos caen rendidos ante su seducción. El uso de esta atmosfera excesivamente sexual se puede representar dentro del género en la película El Vampiro y el sexo (René Cardona, 1969). Cinta que fue censurada en el país por más de 40 años, debido al uso de desnudos en diferentes escenas.
Un lamento que carcome el alma: La llorona
Como se mencionó, el cine de luchadores no solo se vio inspirado de figuras del terror internacional, sino que implementó caracteres nacionales. La imagen de La llorona va a representar en las cintas un Súper-yo a través de la culpa por el asesinato de sus hijos. La protagonista de la leyenda va a personificar una instancia punitiva que lo único que consigue es castigarla por el acto aberrante que cometió. La pena que rodea al personaje solo va a ser saciada al momento de asesinar a mortales despistados. El miedo que causa en la población mexicana radica en el acto (a)moral con el que manchó sus manos. En Santo y Mantequilla Nápoles en la venganza de la Llorona (Miguel M. Delgado,1974) se logra vislumbrar el porqué de su tenebrosidad.
La fuerza que se niega a morir: la momia azteca
Por último, la figura de la momia azteca. Este personaje dialoga con la momia expuesta por el estudio Universal, pero su significado es diferente. El monstruo mexicano representa un conflicto existencial debido a que no tenía que existir y de ahí la cólera que le embarga. Sin embargo, la metáfora de su existencia no sólo radica ahí. La momia se vuelve un intento fallido de alcanzar la inmortalidad. Llevando este caso a tierras nacionales, la momia azteca hace referencia a una momificación de los pueblos originarios. Estas culturas se niegan a desaparecer y por ello realizan una constante resistencia. La momificación de estos pueblos corresponde a la violencia que efectúa nuestro personaje. Este no se dejará vencer pase lo que pase. Solo es cuestión de ver lo acontecido en Mil Máscaras contra la Momia Azteca (Chip Gubera, Jeff Burr, 2007) para ejemplificar esta situación.
Conclusiones
Para concluir, se puede señalar que el cine de luchadores es un género cinematográfico lleno de simbolismos. Como otras representaciones culturales de su época se ve claramente influenciado por un nacionalismo posrevolucionario, pues hay diferentes tópicos para poder desarrollar una idea en torno a lo mexicano. El terror que logra emanar de este tipo de filmografía es uno muy característico de la cultura mexicana. Se logró conjuntar a diferentes figuras para dotarlas de horrores claramente nacionales. El mestizaje que enmarca al cine de luchadores consiguió una simbiosis en diferentes aspectos: géneros cinematográficos, monstruos de terror, deporte, espectáculos, etc.
Lo más importante a destacar es que este cine pudo desenvolver los miedos de la población y aterrizarlos a sus circunstancias y temporalidad. Los monstruos se convirtieron en los mejores vehículos para darle forma a estos temores ocultos en la psique de los mexicanos. Esto se debe, en primer lugar, a la gran exposición mediática que alcanzaron por medio de las cintas de luchadores y, en un segundo momento, al suspenso que consiguen recrear en la cotidianidad. El accionar de estos antagonistas plasma un juego de ocultamiento que recrea un temor relacionado a lo desconocido. Una atmósfera espeluznante surge por medio de una sensación de angustia y un pavor nace en el individuo cuando éste sabe que entre las sombras aguarda algo o alguien más. Los monstruos se vuelven la recreación de este suspenso cuando aparecen tras la pantalla con toda su ferocidad.
Si bien el cine de luchadores no ha desaparecido, éste se ha visto prácticamente relegado por otros géneros. ¿Se podrá desarrollar un cine contemporáneo retomando a los enmascarados?, ¿qué nuevos horrores tendrán que combatir para salvaguardar a la población? Esto da pie para construir una nueva caída.
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https://elcinepasadoyfuturo.wordpress.com/2016/10/03/historia-del-cine-de- luchadores/
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Polze, S. (2009) La psicología del terror clásico. Creación y producción en diseño y comunicación, (21), 127-131. https://fido.palermo.edu/servicios_dyc/publicacionesdc/vista/detalle_articulo.php?id_libro=36&id_articulo=4485
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