CIERTAS COSAS SE CALLAN
La artista feminista Kiki Smith: "Al envejecer, ciertas cosas, se callan"
por Rachel Olding
El cuerpo femenino. Sus huesos y extremidades, sus emociones, su instinto animal, sus funciones corporales, sus secretos y angustias, su sexualidad, sus enfermedades y dolores.
No hay parte de él que haya quedado sin explorar por la intrépida artista estadounidense Kiki Smith, una pionera del arte feminista contemporáneo que ha explorado los temas de la belleza femenina, la vergüenza, la mortalidad y la existencia, hasta las costillas y los dedos de una mujer, los excrementos y la menstruación.
Obras como Tale y Pee Body conmocionaron al mundo del arte a principios de los 90, ambas esculturas de mujeres encorvadas, con rastros de excremento u orina detrás de ellas. Los espectadores las etiquetaron como perturbadoras, repugnantes, angustiosas, emocionales, intrigantes y poderosas.
Fue líder en el movimiento llamado "retorno al cuerpo" en la década de los 80 cuando la abstracción y minimalismo dominaban la escena artística. Estas obras precipitaron su carrera con profundo impacto, con más de 150 exposiciones individuales y con piezas en los museos más prestigiosos del mundo.
Y también está su propio cuerpo, con el que ha tenido una relación compleja e insatisfactoria, siempre al frente y en el centro. Su espalda baja, para ser más específicos.
Cuando llegué a su gran casa de cuatro pisos en East Village una tarde muy calurosa de agosto, me recibió su joven asistente a través de la puerta principal de color rojo brillante, pasando por campanas de viento y un ramo de tallos de trigo secos; subimos las escaleras hasta una sala-estudio elevada, y ahí estaba ella, acostada en el suelo junto al aire acondicionado, relajando su dolorida espalda.
Con sus rebeldes rizos grises esparcidos sobre una alfombra de mohair, acepta la entrevista desde el suelo antes de subirse a un sofá turquesa y acurrucarse en un extremo con los pies descalzos y los brazos al descubierto, exhibiendo sus múltiples tatuajes y joyas de oro.
Smith, de 64 años, no tiene pretensiones hasta el punto de mostrar cierta ingenuidad; es ligera y amable, a menudo se detiene a mitad de una oración con un "No sé..." o deambula por pensamientos vagos antes de preguntar si tiene sentido lo que está diciendo.
Cuando le pregunto qué ha estado haciendo, responde con un indiferente "oh, nada".
Pero la verdad es que ha estado haciendo mucho, manteniendo un ritmo de trabajo extraordinario en 40 años como artista. Está preparando una muestra de pequeñas esculturas sobre la naturaleza en la Pace Gallery de Nueva York para el próximo febrero. También, está experimentando con cianotipos (proceso de impresión fotográfico monocromo en azul cian) y proyectos de impresión en metal. Sus dos asistentes, entran y salen preguntando en qué papel quiere que se imprima un Cristo flagelado de tamaño natural y buscando un cartel de abejas que quiere llevarse a su casa de campo, construida en 1690, en el norte del estado de Nueva York (Smith y su esposo Zoran Skoko, un ávido apicultor, viven predominantemente en Catskill, el nirvana montañoso que inspiró al pintor Thomas Cole).
Recientemente ha concluido una retrospectiva en la Haus der Kunst en Múnich y una exposición colectiva más pequeña en Seúl. Y, además, una pequeña selección de su arte se exhibirá próximamente en la Feria de Arte Contemporáneo de Sydney.
La diversa colección que envió a Sídney sugiere la sorprendente riqueza de materiales que Smith ha utilizado a lo largo de su carrera, como esculturas hechas de bronce y porcelana, dibujos en papel de países exóticos, tapices, vidrio pintado, grabados, aguafuertes, cera de abeja, plumas, piedras preciosas, fotografías, e incluso cabello humano cosido en fieltro para una obra llamada Dowry Cloth.
"Kiki nunca se ha quedado en un lugar seguro y nunca jugó en el mercado", dice su galerista Susan Dunne, presidenta de Pace Gallery. "Ella siempre ha tenido una voz única, constantemente se desafía a sí misma y avanza. No se ha detenido aún cuando sean piezas comercialmente exitosas, o en un espacio seguridad. Simplemente sigue y sigue, parece que siempre está en la búsqueda de un diálogo y eso es emocionante para ella como artista y para el resto de nosotros."
Hija de la actriz y cantante de ópera Jane Lawrence Smith y del preeminente escultor minimalista Tony Smith, Smith creció en una mansión victoriana en Nueva Jersey donde entraban y salían excéntricos personajes, amigos de la familia, como Tennessee Williams y Jackson Pollock. Su hermana Seton es artista y Smith dice que decidió dedicarse al arte porque no sabía qué más hacer.
Fascinada con el tema del cuerpo e inspirada por audaces artistas como Nancy Spero y Cindy Sherman, Smith gravitó hacia la escultura figurativa que exploraba la obsesión católica por el cuerpo y su dolorosa relación con la enfermedad y la muerte. Su padre murió en 1980 después de luchar contra una enfermedad y su hermana Beatrice (gemela de Seton) murió de SIDA ocho años después, una enfermedad que asoló a muchos de sus amigos.
Su propia incomodidad y ansiedad por la fragilidad del cuerpo se canalizaron en esculturas de bronce de mujeres deformes, moldes de dedos y cajas torácicas cortadas, dibujos de órganos incorpóreos y figuras de tamaño natural hechas de cera de abejas con los órganos y entrañas mostrados en el exterior.
Su trabajo era agresivamente corpóreo, una declaración visceral sobre el derecho de ser de la mujer como una fuerza difícil de ignorar. Hizo declaraciones audaces sobre mostrar y liberar, literalmente como lo fue con Tale y Pee Body, la basura acumulada de nuestra propia conciencia y experiencia.
De pronto, ella me mira un tanto extrañada y hasta divertida, como si nunca hubiera contemplado una sugerencia tan extraña, cuando le pregunto si tuvo reservas o consideró demasiado arriesgado el mostrar al mundo un arte tan gráfico y personal.
"No", dice ella lánguidamente. "Supongo que solo soy desagradable".
Hubo un tiempo en que se refirió a su trabajo como un poderoso proceso de recuperación del cuerpo y de "vivir la vergüenza de ser mujer en público… Ahora, las cosas parecen menos complicadas."
"Con muchas cosas, ya no pienso demasiado en ellas, solo me meto en la cabeza que quiero hacer algo y, casi siempre, simplemente lo hago", dice con naturalidad. "Hay una gran satisfacción en poder expresar algo, detenerme en algo que me llamó la atención y luego, dejar que se pudra o florezca, simplemente ver a dónde va. Lo mío con el arte es simplemente confiar en lo que te llega."
A veces, una obra de arte le lleva a Smith más de cinco años, a veces unos minutos. Un cambio distintivo en su trabajo es el paso de la escultura figurativa y abyecta, a la representación de la naturaleza y los animales, un vuelco que algunos críticos confundidos describieron despectivamente como un giro "sentimental", que se le ocurrió en un sueño.
"Es cierto, tuve un sueño que decía que 'tenía que liberar al pájaro", dice ella. "Y luego hice una escultura de eso".
Después de dar forma a Getting the Bird Out en 1992, el trabajo de Smith se volvió soñador y hermoso. Aparecieron esas criaturas del bosque, los cuentos de hadas, las estrellas, las mitologías, las cosmologías, la religión, las lobas, las brujas, las arañas y la exquisita flora que representaron una progresión natural para ella, una nueva forma de explorar los mismos conceptos de creación, mortalidad, amor y realidad.
Smith ha dibujado criaturas del bosque y personajes mágicos en papel procedente de Nepal y Japón. Ha realizado grabados y litografías de lobos y niñas. Ha explorado las aves ("suplentes de las almas", como las llama) en casi todos los sentidos; pájaros muertos, pájaros malvados, pájaros diminutos, pájaros mitad humanos. Ha tejido gigantes tapices de Jacquard con algodón, adornados con láminas de oro y pintados a mano con escenas celestiales; como la impresionante pieza titulada Spinners, de tres metros de altura que ha permanecido colgada en su sala de estar por más de ocho meses porque "no le apetece" aún, hacer algo con ella.
En este momento de la entrevista, se levanta y pasea de un lado a otro frente a mí, tratando de aliviar un pie acalambrado. "Oh f---", murmura mientras sus articulaciones crujen. "Soy una persona muy sentimental", dice, rechazando la idea de que las obras de animales y hadas deben entenderse solo por su contenido, en lugar de su forma, procesos y materiales. "No siento que soy menos de lo que he sido, pero creo que es bueno apegarse a lo que te importa y... lo que te importa cambia con el tiempo. Ahora estoy en la mediana edad y tienes un tipo diferente de energía".
Como joven artista, menciona, tenía muchas reglas para marcar el arte. Me encantaban las líneas precisas de artistas como Roy Lichtenstein y me resultaba irritante que los pintores expresionistas pudieran afirmar que un color en particular representara una emoción.
"Creo que envejecer, ciertas cosas se callan", dice ella. "Cuando eres más joven, tus emociones son mucho más fuertes. Simplemente no sé si tengo la energía para enojarme tanto como solía hacerlo... Tal vez alcanzas tener más tolerancia o autoaceptación por ti mismo. Si quieres usar el color, adelante".
Lo que la emociona ahora es encontrar nuevos procesos y formas, nuevas técnicas para el grabado, nuevas formas de rayar el metal o pintar el vidrio. Cada vez más, digitaliza sus dibujos para poder transmutarlos en cualquier medio que le viene a la mente: escultura, tapicería, cerámica.
En un estilo casi discreto, parece totalmente inconsciente, o tal vez desinteresada, del impacto que ha tenido su trabajo, particularmente la pertinencia del mismo en la actualidad, donde la vergüenza corporal parece más generalizada.
No es algo en lo que ella piense. Está más preocupada por esos carteles de abejas o el grabado que ha tenido en preparación durante meses. Así como en los años 80 se acercó a la figura femenina, cuando parecía que a nadie le importaba el tema, se ha alejado de la figuración en un momento en el que parece cobrar más relevancia que nunca.
Smith nunca ha tenido un "estilo a la moda", escribió una vez el crítico de arte del New York Times Holland Cotter como un gran elogio."Y tal vez por eso, cada vez más, su arte parece ocupar un universo propio", escribió. "Un mundo flotante donde el arte, como la religión, es a la vez alto y bajo, burdo y fino, y siempre sobre las únicas cosas esenciales".
Un mundo flotante parece una descripción adecuada para Smith, con su risa y sus joyas de oro y sus frases a medio terminar. Ella flotó hacia una carrera en el arte y luego abandonó un hilo lineal en su trabajo a favor de flotar entre las cosas que le importaban.
"Siempre me gustó la idea de que solo estoy deambulando por un jardín, en lugar de estar llegando a alguna parte", dice con una sonrisa. "No me criaron para tener demasiadas ideas sobre nada y, en cierto modo, no tengo idea de cómo se supone que debo hacer nada. No llego a ninguna parte, no estoy en algunos camino o camino, solo estoy caminando y oliendo las rosas".
Texto publicado en agosto, 2018 en The Sydney Morning Herald (Ver nota)
Traducción de Alejandra Romano
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