Recientemente se presentó el libro Magmaterreno, una bella edición que presenta una retrospectiva del trabajo de Gabriela Gutiérrez Ovalle. Les compartimos el registro de la presentación, además de una colección de imágenes de la potente obra de esta artista.
MagmaTerreno, título de este libro y que hace referencia también a una potente y monumental obra, podría describirse como una colección de metáforas que nos remiten a ideas sobre el dolor, la alegría, la pérdida y la memoria. Foucault decía que para poder tener un ejercicio libre en la vida debemos aferrarnos a la memoria y no dejarnos llevar por el olvido. El recuerdo, es una forma de poseer lo que ya no se tiene, es una manera de aferrarse a lo perdido y atenuar el duelo, como bien lo apuntó Nietzsche cuando sostiene que sólo lo que no cesa de doler permanece siempre en la memoria.
Con esta idea en la mano, la colección de obras que componen esta edición, son el resultado de una afortunada combinación de piezas recuperadas desde la memoria de la artista, junto con sus nuevas narrativas, obras creadas desde antes, y también durante, de estos extraños tiempos de confinamiento.
Hay una extraña mezcla en el trabajo de Gabriela Gutiérrez, transita con soltura por la intimidad del trazo, la línea y el color, tanto como por enormes estructuras que bien pueden estar compuestas por varillas de metal, ramas, tela o cabello humano. Dibuja, pinta, hace grabado, instalación y hasta performance.
Pero en ese múltiple recorrido por distintas técnicas y materiales encuentro ciertas constantes que siempre aparecen, veladas o reveladas, y muchas veces narrativas. Hay historias inmersas en muchas de sus piezas, que nos hablan de lo femenino, de la pareja, del amor y la política, de los abusos, de agonías y alegrías.
Su obra está plagada de cuerpos, ya sea delineados o fragmentados, son presencias contundentes que hablan en silencio. El cuerpo es lo que somos, lo que nos libera, y también lo que nos limita y define. El cuerpo es el centro y productor de la acción, genera discursos que pueden transformar lo social y traza el camino de expresión de nuestras emociones.
Se dice que, en la mítica Edad de Oro, aquella descrita por Hesiodo en su poema Los Trabajos y los Días, el ser humano vivía en armonía con la naturaleza y la ropa era innecesaria; fue la era de la celebración de la juventud, el amor y la desnudez. Pero luego vino la caída, fuimos expulsados de ese paraíso y nos llenamos de culpa y de vergüenza. Es por ello que el desnudo representa igualmente la libertad, el poder y la fecundidad, así como la pobreza, la vergüenza y la vulnerabilidad. Mostrar un cuerpo desnudo es igualmente transgresor como erótico; hoy el erotismo se manifiesta como una relación entre las partes cubiertas por ropa y aquellas que quedan al desnudo.
Cubrimos y descubrimos nuestros cuerpos con telas, telas que Gabriela usa a manera de metáfora. Con ellas viste y desviste igualmente cuerpos como espacios. La ligereza natural de la manta, la convierte en pesadas láminas rojas, manchadas de tiempo, fracturadas y potenciadas por la poética del color.
Gutiérrez Ovalle, además, es una coleccionista de objetos sacados de lo cotidiano, ya sea una rama, un suéter viejo, un casco usado o una piedra y nos hace dar cuenta de que, hasta lo más ordinario, lo más común, lo podemos convertir en una cosa extraordinaria. Interviene, compone y reacomoda esos tesoros encontrados y nos los pone de frente, así sea como una pared de lluvia roja, un cerco de pelo, un ombligo, una sombra o un complejo levantamiento topográfico y con ello nos obliga a ver, a verdaderamente ver, ese mundo de lo cotidiano que, como dijo Maurice Blanchot, siempre se nos escapa porque siempre está ahí y como siempre está, entonces es imperceptible.
La obra de Gabriela Gutiérrez, hace visible eso que está ahí y que hemos olvidado de ver, por medio de un intenso ejercicio de lo íntimo, que nos lleva igualmente hacia la inquietud de las ausencias, como a la calma de la soledad. En su obra vemos a esa mujer-pájaro, mujer-pelo, mujer-tierra, mujer-carbón, que delinea el mundo por medio de colores, líneas y manchas que trastornan el espacio; es la torre de babel rota en pedazos y cada pieza cruje en nuestros sentidos, como una especie de rumor desde donde brotan sus historias personales que resultan en retratos simbólicos de memorias colectivas.
Magmaterreno es la constancia de una aventura en el mundo de curiosas materias y delicadas texturas dentro del camino de toda una experiencia de vida; y como bien lo dijo Kavafis, si hemos de emprender un viaje… habrá que desear que el camino sea largo.
Gabriela Galindo
Marzo, 2022
Si estás interesado en adquirir esta bella edición, envía un correo a gabrielagutierrezovalle@gmail.com
Entonces... ¿qué te pareció?
Comenta, sugiere, disiente... nos gustará mucho escuchar tu opinión.
Contacto