Desde sus vídeocreaciones Ana Esteve Reig reflexiona sobre los estereotipos y las relaciones de poder en el marco de las telecomunicaciones y la cultura popular para investigar cómo la transmisión de ciertos mensajes genera tal impacto en la sociedad que devienen en una normalización que excede lo humano para anidar el espectáculo. La artista recrea minuciosamente estos espacios, ficciones caracterizadas por un cuidado extremo del detalle, los gestos y los comportamientos de las personas que participan en sus trabajos.
Utiliza los recursos de la ficción narrativa como capa fundamental para entender lo real, pasando también por las redes sociales y la realidad virtual.
Su trabajo de edición es heredero de los estudios visuales feministas y de sus críticas al medio fílmico. Con estas herramientas ha desarrollado temas como la construcción de la imagen de la mujer en las redes sociales, los bailes populares y sus protocolos de género o el análisis de las instrucciones de los entrenadores deportivos.
En sus últimas piezas, se interesa especialmente por internet como medio, cuestionando a google en su papel de oráculo del futuro y las implicaciones políticas de la circulación algorítmica de información. Justo antes del confinamiento, Ana trabajaba en un nuevo proyecto, New Era (1996), donde un avatar recita el Manifiesto de Independencia del Ciberespacio de John Perry Barlow. En su promulgación ciberpunk, el activista americano define un entorno libre y mucho más ético, fuera de las garras del poder, una utopía que parece cercana a nuestra vida de pantalla actual.
En el vídeo este avance se combina con Down the rabbit hole, otro trabajo en progreso que ha surgido de las propias circunstancias de su cuarentena: en la montaña, aislada en la naturaleza, los insectos le han servido para plantear un mundo paralelo, ajeno al hombre, pero concebido para su bienestar. Nos explica: "un mantra visual como todos aquellos podcast como meditaciones guiadas o pseudo psicoguías que oímos en momentos de estrés o incertidumbre".
En todo el trabajo hay una voz que guía al espectador. Se trata de "Jorge", el asistente digital por antonomasia -utilizada, por ejemplo, como la voz de Anonymous para sus comunicados online-. La combinación de tecnología y naturaleza es aparentemente opuesta, pero también en realidad dos formas políticas de reivindicar la libertad desde la coexistencia entre nosotros y todo lo demás.
Texto publicado en: https://edicion.ca2m.org/en/node/3531
La pieza Don't believe in me se encuentra entre los diversos ejercicios que la artista realizó durante sus años de formación en Kassel. Para ser más precisos, lo grabó en el 2012. Un año que nos recuerda el momento en que atravesamos una terrible crisis económica, que en España se prolongó por más tiempo e hizo que muchos jóvenes (como Ana) tuvieran que salir a buscarse la vida y las oportunidades que su país no podía darles.
Aunque la situación sea distinta y los efectos de la pandemia que han atravesado el 2020, han trastocado casi todos los órdenes de la vida de las personas, nos parece que en todo ello hay algo que vuelve a cobrar vigencia. Algo que nos lo recuerda, como un déjà vu. No se trata de ningún elemento concreto o palpable, sino de una sensación cíclica, como el devenir de las mareas o el de un mareo recurrente ante unas circunstancias que al parecer escapan a cualquier intento de control y sentimos que no sabemos qué son pero que siempre regresan.
En ese contexto de incertidumbre se da la fiesta. Al menos un tipo de fiesta.
La celebración a la que asistimos como espectadores reúne a un grupo de jóvenes a los que no les vemos los rostros, porque las melenas nos los ocultan. Ellos podrían estar en su bar favorito bebiendo, escuchando unos acordes, que resuenan, al igual que los personajes, un poco "aislados". La única que realmente vemos es la camarera. La única que ejecuta una acción, tiene un por qué, un oficio, y cumple una función: servir las copas a los clientes. Por supuesto, está también el ojo omnisciente de la cámara que opera Ana y que compone el conjunto.
El encuadre que se desplaza por el local va capturando las poses estáticas de un grupo de melenudos bebiendo y a lo suyo, pero conscientes de estar reunidos en un mismo lugar: en el bar mutter (2). Se trata de una suerte de "retrato de familia" o de pandilla del desencanto. Como en todo retrato hay algo solemne, en este caso cargado de sentido del humor. La pieza resulta una imagen irónica de lo que podría ser la fiesta de fin de año, si la hubiera. Al mismo tiempo, es una imagen del rito cargada de afecto y de sarcasmo.
Lo que curiosamente permanece flotando en el recinto de luces tenues es la expresión de un nihilismo que se anuncia en el título y que nos conduce hasta el gesto crítico de la artista, que de alguna manera busca escenificar la incredulidad de su generación y una cierta duda frente a sí misma y frente al futuro.
Texto: María Virginia Jaua. Publicado en http://campoderelampagos.org/maquinas-de-vision/17/12/2020
Sobre LA Artista
Ana Esteve Reig (Agres, España, 1986) Estudia Bellas Artes en la Universidad Complutense de Madrid. En el 2.008 se muda a Kassel, Alemania, donde estudia Freie Kunsten la Kunsthochschule Kassel. Finaliza haciendo un año de postgrado como Meisterschüler del profesor y artista Bjørn Melhus. Desde su estancia en Alemania su obra se dirigió al videoarte, convirtiéndose este en su medio por excelencia. Actualmente vive y trabaja en Madrid. Ha ganado premios como el Injuve 2011 en Artes Visuales, Accésit Premio Joven 2014, Circuitos 2017 y la Beca Multiverso BBVA de videoarte 2017. Su obra ha sido expuesta en Londres, Kassel, Berlin, Madrid o Viena y en museos como el Museo Kasseler Kunstverein y en el Museo Moca de Taipei, Taiwan.
Entonces... ¿qué te pareció?
Comenta, sugiere, disiente... nos gustará mucho escuchar tu opinión.
Contacto