Damos la vuelta a nosotros mismos desde hace treinta mil años. Cuánto artificio se requiere según el bardo Huidobro para decir que el artista es un pequeño dios, porque descubre que crear un poema es como crear un árbol. Las múltiples definiciones del arte van a engrosar un libro no escrito, en el que se recrean una y otra vez realidad e imaginación. Hay la imperiosa necesidad de dejar una huella en nuestras mentes y en la historia de las cosas. Daremos otra vuelta a nuestro propio mundo.
Escribo y tacho lo escrito para desvanecer palabras, convirtiéndolas en color y agua, en figuras desdibujadas y rayas alucinatorias. Mis Postales son mi distracción vital para descubrir que el arte es un credo emergente, liberador de cuerpos y de almas amantes capaces de ver hasta en lo feo, algo que se pueda reinterpretar como bello. El ritmo de los seres vivos entre cosas mutables e inmutables: he ahí lo que me da placer mientras el planeta gira sobre sí. Es entonces cuando agarro papel Grumbacher, acuarelas, tintas y lápices de colores para disfrutar la dulce violenta inestabilidad de la hoja blanca.
De estas postales te diré que se pierden de lo grande a lo pequeño, que cada una da paso a una nueva serie de series. Que antes que nada, son una manera de acercarte a mi mundo sin mapas y con cartas no escritas, porque si me he tomado el tiempo de explicarte todo esto, es sólo para que entiendas que reconozco cualquier punto para crear un árbol. En tiempos de pandemia hay que seleccionar rarezas, aprender a movernos sin molestarnos, y tener un mayor alcance como seres humanos antes que como artistas.
Alberto Meillón
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